miércoles, 4 de junio de 2014

El Riego en la Viña (1 de 3): De brotación a cuajado

Iniciamos hoy una serie de tres capítulos sobre el riego en la viña
¿Cuándo tengo que empezar los riegos en la viña? ¿En qué momentos del desarrollo de la viña? ¿Cómo tengo que regar? ¿Cuánta agua tengo que aportar?
Aunque la viña es un cultivo adaptado a condiciones de climas cálidos y secos, si podemos aportar agua a través del riego, podemos manejar su respuesta al estrés, de tal manera que nos acerquemos más a nuestros objetivos productivos.
La primera pregunta que nos deberíamos hacer ya desde antes del diseño del sistema de riego, es ¿Qué objetivo vinícola tendrá la uva que quiero producir? Entenderéis que no es lo mismo si yo quiero hacer un vino blanco fresco que si quiero hacer un vino tinto cuyo objetivo sea ir a una elaboración de guarda prolongada (por ejemplo reserva o gran reserva), ya que en primero lo que prima es la fruta y la acidez y en el segundo otros aspectos como la carga polifenólica, alcohólica… que debe tener a la fuerza para poder soportar un proceso de crianza.
La observación del ápice es una buena herramienta para saber si la planta tiene o no necesidad de agua
Como casi todo en este sector el problema está en la base, no hay un diseño ajustado a los objetivos productivos,
ni siquiera a los diferentes terrenos que tiene el viñedo. Otros condicionantes importantes serán: el coste del agua, su disponibilidad, los tiempos de riego, los rendimientos legales, las limitaciones en fecha.
Si tuviéramos que establecer un estándar para el riego lo podríamos hacer por fases del desarrollo de la viña.
DESDE BROTACIÓN A TAMAÑO GUISANTE
 El objetivo en esta fase es que la vegetación alcance su máximo necesario para que el equilibrio superficie foliar/producción sea el óptimo. Conseguir entrenudos de 7-10 cm, 12-15hojas/pampano, tener una vegetación completamente desarrollada cuando la uva alcance el tamaño guisante, intentar para el crecimiento antes de envero, atenuar la senescencia de la baya, favorecer la fertilidad de las yemas de la campaña siguiente, favorecer el crecimiento de las raíces.
Es probable que es muchas regiones vitícolas este periodo de necesidades está cubierto por la acumulación de agua en el invierno y por las lluvias de la primavera. Esto es fácil de comprobar, si los extremos superiores de los racimos estás doblados (como se aprecia en la foto, de la parte superior) la cepa tiene disponibilidad de agua en el suelo y por tanto no necesita aportación extra de agua. Es un error muy común regar en esta época cuando la viña no tiene ninguna necesidad y limitar los riegos más adelante.
Otro error muy común de este periodo es regar cuando la viña no ha brotado y está empezando a brotar, ya que la cepa no tiene es ese momento capacidad de absorber el agua del suelo y lo que estoy haciendo es gastar dinero y malgastar un recurso limitado sin ninguna necesidad.
¿Qué provoca un déficit de agua en este periodo?
Brotación irregular, crecimiento ralentizado, falta de desarrollo (lo que provocará una mala maduración) debilitamiento de la cepa para el año siguiente, ausencia de reservas y bajada de la fertilidad de las yemas, incluso en alguna variedad puede suponer un riesgo para la supervivencia de la planta.
¿Qué consecuencias tiene un exceso de agua en este periodo?
Viña con exceso de vigor, que genera baja porosidad y alto riesgo de enfermedades fúngicas
 Podemos llegar a provocar un exceso de desarrollo vegetativo, mayor producción de brotes anticipados, lo que genera un falta de porosidad en la canopy (masa foliar), crecimiento demasiado rápido, entrenudos largos y hojas de la misma edad, que puede ser un problema en el periodo de maduración, si hay un exceso de desarrollo la planta consume con mayor rapidez las reservas del suelo, hay una mayor superficie de transpiración que luego necesitará mayor aportación de agua, puede suponer un mal desarrollo de los racimos (Filage) y abortado de flores por un exceso del la dominancia apical.
Si el exceso se produce por las condiciones del clima y no por la aportación del riego, lo podemos controlar con una mayor carga de yemas/cepa y la utilización adecuada de las cubiertas vegetales.
Una baja porosidad generará problemas de maduración y alto riesgo de aparición de enfermedades



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